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La mayoría de las personas que experimentan el síndrome del impostor difícilmente afirmarían algo tipo «lo que me pasa es que me siento como una impostora». Sin embargo, cuando leen o escuchan sobre este síndrome, inmediatamente dicen: «¿Cómo lo has sabido? Esto es exactamente lo que me sucede». Veamos pues en qué consiste y cómo surgió el concepto.

Cómo surgió el síndrome del impostor

Fueron las investigadoras Pauline Rose Clance y  Suzanne Imes quienes en 1978 acuñaron el concepto. Ambas trabajaban en la Georgia State University y llevaron a cabo una investigación durante cinco años con un grupo de más de 150 mujeres de éxito. Trabajaron con mujeres que habían obtenido el doctorado en diversas especialidades, profesionales respetadas en sus respectivos campos y estudiantes reconocidas por su excelencia académica. Sin embargo, a pesar de todos esos títulos académicos, buenos resultados en pruebas y el reconocimiento profesional de colegas y autoridades, estas mujeres no experimentaban internamente este supuesto éxito. De hecho, se sentían «impostoras».

Estas mujeres no se reconocían como «inteligentes». Es más, estaban convencidas de que quien pensara lo contrario, vivía engañado. En el caso de las estudiantes que participaron en el estudio, se decían que habían sido admitidas en la universidad debido a un error del comité de admisión. O sobre sus exámenes, afirmaban que sus altas calificaciones se debían a la suerte o al juicio erróneo de los profesores. Las mujeres profesionales de la muestra decían estar sobrevaloradas por sus colegas.

La misma Doctora Clance lo experimentó en primera persona en la universidad. Ante los exámenes, sentía que la invadía el miedo al fracaso. Al salir de un examen, se acordaba más de las respuestas que no sabía que las que sí. Sus amigos acabaron por cansarse de escuchar sus preocupaciones, siempre las mismas. Llegó un momento en que dejó de compartir todas esas dudas y se las quedó para ella. Cuando empezó a impartir clases en una importante universidad, de gran reputación, escuchó miedos parecidos en algunas de las alumnas que venían buscando orientación. Eran alumnas con excelentes calificaciones. Una de ellas dijo: «Me siento como una impostora en medio de toda esta gente realmente brillante». Así fue como Imes y Clance acuñaron el término y escribieron el primer artículo.

En qué consiste el síndrome del impostor

Como hemos visto, las personas que tienen el conocido como síndrome del impostor sienten que no pertenecen al «club de las personas brillantes» a pesar de que sus calificaciones o múltiples datos objetivos demuestren lo contrario. Así, es habitual que una persona con este síndrome atribuya sus éxitos a causas externas. Por ejemplo, dirá que han conseguido un puesto de trabajo por suerte, por tener contactos o por estar en el momento oportuno en el lugar idóneo pero nunca hablará de habilidades personales o capacidades. Son personas que se sienten incómodas cuando reciben un feedback positivo o un elogio. Son esas personas que tienden a quedarse con las partes de la conversación que se refieren a las áreas de mejora, pareciendo que hacen oídos sordos al escuchar un feedback positivo o reconocimiento de sus puntos fuertes.

A estas personas lo que las aterra es ser descubiertas, es decir, que se sepa que no son tan competentes como aparentan ser. De algún modo, experimentan terror al fracaso. Piensan que si cometen un error, se sentirán tontas e incluso humilladas. En consecuencia, hacen lo imposible para evitar el error o el fallo.

Síndrome del impostor: Una cuestión de mujeres y hombres

Si bien el trabajo de Clance e Imes se centró en mujeres, toda la investigación científica que se ha llevado a cabo desde entonces indica que el síndrome del impostor se da en hombres tanto como en mujeres. De hecho, Topping (1983) realizó un estudio entre profesores universitarios y descubrió que los hombres de la muestra eran más propensos a experimentar el síndrome del impostor que las mujeres. La explicación está en que las mujeres han tenido que trabajar más sus emociones y sentimientos. Además, este estudio demostró que los hombres son menos proclives a reconocer estos sentimientos pero que cuando se les consulta de forma anónima y confidencial, reconocen la presencia de esto sentimientos tanto como las mujeres.

Las creencias del impostor

Clance & Imes desarrollaron en 1985 un listado de «creencias» que las personas con síndrome del impostor muestran más habitualmente. Te propongo que las leas atentamente y que observes si te reconoces en alguna de ellas:

1. Ante un nuevo reto, examen o tarea me digo: «Tengo miedo, no sé si me saldrá bien. Tengo ansiedad, me cuesta formir, debo trabajar más, mucho más». Lo que sucede con esta creencia es que la persona trabaja y trabaja, cada vez más, incluso llegando a un ritmo frenético. Al final, consigue resultados positivos y recibe buenos comentarios. El problema es que estos comentarios refuerzan la creencia de que «para tener éxito, debo sufrir».

2. Miedo a ser descubierta. La persona se repite internamente: «Me van a pillar, van a saber que no soy tan buena como ellos creen».

3. Miedo al fracaso. La persona tiene miedo a la vergüenza y humillación asociadas al no saber.

4. Culpabilidad por el éxito. Ante un logro conseguido, la persona se dice a si misma: «No es para tanto». Tiende a minimizarlo.

5. Gran dificultad para internalizar los comentarios positivos. Le cuesta experimentar entusiasmo ante un feedback positivo, de hecho evita mostrarse excitada ante los elogios.

 6. La persona siente ansiedad generalizada.

 7. La persona tiende a sobreestimar a los demás mientras se subestima a si misma. Es una persona con un tremendo respeto por el intelecto de los demás y una tendencia a comparar sus debilidades con las fortalezas de otros. Por lo tanto, subestima sus propias habilidades y sobreestima los activos de los demás.

8. Define la inteligencia de forma sesgada. Tiene muchos mitos sobre la inteligencia y lo que constituye la inteligencia, y estos suelen ir en detrimento de ella.

Como el coaching puede ayudarte con el síndrome del impostor

El coaching es una disciplina de gestión del cambio que sirve para acompañar a personas o a equipos en procesos de transformación. Evidentemente, una persona con síndrome del impostor debe enfrentar un proceso de transición donde en lugar de enfocarse en todo lo que no sabe o le falta, ponga en valor lo que sí ya sabe o lo que ya tiene. Este proceso pasa por un ejercicio de reconocimiento de las propias capacidades y de trabajar en la autoconfianza. Cuenta conmigo para acompañarte en este proceso.

 

Fuentes para el artículo:

En diciembre de 2021  tuve la oportunidad de participar en el programa de televisión «Fet a mida» donde hablamos sobre el síndrome del impostor. Podéis ver la conversación (en catalán) a partir del minuto 25, espero os aporte alguna cosa útil.

 

Eulàlia Tort

Eulàlia Tort

Soy Eulàlia Tort, Coach experta en comunicación. Ofrezco los servicios de: Coach Profesional / Coaching para Particulares / Consultoría / Formación a medida.

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