Escribo este post para reivindicar la lentitud en en mi oficio. Me refiero a una «lentitud» que huele a «serenidad», a permitirnos reducir la marcha con la que andamos por la vida. Dejar de apretar el gas, bajarle uno o dos puntos y empezar a experimentar, reflexionar, aprender e, incluso, descubrir cosas nuevas. Y es que sin bajarle un punto al ritmo que llevamos es difícil ver el maravilloso paisaje que nos rodea.
Tal vez hayas escuchado hablar del movimiento «slow food», un movimiento internacional que aspira a un mundo en el que todos podamos acceder y disfrutar de una comida buena para nosotros, para quienes la producen y para el planeta. En slow food son firmes defensores de la alimentación sabrosa y fresca de temporada, de la producción y consumo de alimentos que no perjudiquen el medio ambiente, el bienestar animal o la salud humana. Humildemente me parece que tiene todo el sentido que cuando voy a la frutería compre manzanas producidas a 150km de Barcelona, en el Baix Empordà, porque además de comer unas manzanas muy sabrosas, mi compra apoya a los productores locales y ahorro algo de contaminación al planeta. En definitiva, estamos hablando de comprar productos «km 0».
Me encanta esta idea de «km 0» o de «slow food». Estarás de acuerdo conmigo en que aquí no se usa el concepto «slow» o «lento» como algo peyorativo sino todo lo contrario. Hablamos de la necesaria «lentitud» de las cosas, del tiempo necesario para que los árboles den sus frutos, hablamos de respetar los ritmos de las cosas. Y yo me pregunto, ¿nos permitimos este tiempo a nosotros mismos? ¿Permitimos el tiempo de aprendizaje a nuestros equipos, a nuestras organizaciones?
Hace algunas semanas terminé una formación sobre agilidad que llevé a cabo con PIMEC, la patronal de la pequeña y mediana empresa en Catalunya. Me encantan estas sesiones porque las personas participantes son personas realmente comprometidas con sus negocios, con capacidad real para implementar cambios. En este curso en concreto les hablo de un marco de trabajo ágil como es scrum pero sobre todo pongo foco en que entiendan el proceso de cambio en las personas y en las organizaciones. Les invito a tomar conciencia sobre cual es la cultura de su empresa para que luego analicen si esa cultura o forma de hacer las cosas permite los cambios que dicen querer implementar en sus negocios.
En el fondo, se trata de que sean capaces de dibujar una especie de ecuación. Por un lado, definir la situación en la que están ahora, con sus ventajas e inconvenientes. Por el otro, que definan la situación ideal, lo que quieren alcanzar, los beneficios que lograrán implementando el cambio que anhelan. Y, finalmente, que tomen conciencia de la distancia que separa ambos puntos, que vean el camino que habrán de transitar. Y aquí surgen algunas preguntas importantes:
- ¿Me/nos permito el aprendizaje?
- ¿Qué pasa si nos equivocamos?
- ¿Estamos en la exigencia?
- ¿Las cosas deben salir bien a la primera?
Veo una y otra vez a empresarios, líderes de equipos y personas que quieren llevar a cabo cambios en sus vidas y en sus negocios. Personas comprometidas y con una necesidad real de cambio. Sin embargo, observo una enorme diferencia entre las personas que se permiten «bailar» al ritmo de la música y las que no. Las primeras son capaces de danzar en la pista de baile según el ritmo de la música que suena. Se dejan llevar, se permiten seguir el flow, el ritmo. Las segundas, en cambio, no; bailan de la misma forma «La Macarena» que el «Yellow submarine» de Los Beatles. Y, claro, la falta de gracia o de brío es aplastantemente evidente. Por no hablar de la angustia del que se sabe en medio de la pista bailando sin ton ni son.
Hacer las cosas de un modo distinto requiere de tiempo. Las personas necesitamos comprender, observar, analizar, experimentar y probar. Necesito entender qué es lo que no funciona en este momento, necesito tiempo para buscar una solución, experimentar y probar cual es la mejor, tiempo para aprender a implementar y tiempo para consolidar esos nuevos aprendizajes. Lo mismo sucede en nuestras organizaciones.
Te invito a que puedas permitirte una cierta «lentitud». Pero no me mal interpretes. No es una lentitud en el sentido negativo del término sino una lentitud serena, audaz, madura y generosa. Porque no todos aprendemos al mismo ritmo ni todos los cambios son igual de fáciles o difíciles de implementar. Es lo que ya decían nuestras abuelas, «cada cosa tiene su tiempo».
Nos vemos en la pista de baile.
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