Tengo clientes y clientas que afirman tener pensamientos negativos. A menudo, cuando les invitas a explorar un poco en esta afirmación, reconocen que tener pensamientos negativos se refiere a ver el lado negativo de las cosas o, incluso, a estar fijados en sus propios errores más que en sus aciertos. Si te sucede algo parecido, la buena noticia es que se puede trabajar en ello.
Para empezar, déjame decirte que los seres humanos, a diferencia de los animales, tomamos decisiones y hacemos las cosas con proyección a futuro, es decir, en función de lo que queremos hacer. Fíjate que los animales, aparentemente, se manejan con un esquema causal (hago esto, sucede lo otro) mientras que nosotros podemos construir escenarios futuribles que van a condicionar nuestras decisiones. Nuestros valores, nuestras experiencias personales y los aprendizajes que hemos hecho a lo largo de la vida nos ayudarán a orientarnos.
Junto a todos estos elementos, es fundamental hacer referencia a las creencias, las cuales podrían estar en el origen de ciertos pensamientos negativos. La creencia se concibe como algo que es real pero que no hemos comprobado. Te doy un ejemplo: hay personas que han crecido en un entorno familiar donde se afirmaba que las cosas buenas suceden fruto del esfuerzo. Básicamente esta creencia consiste en afirmar que todos los éxitos son fruto de un gran esfuerzo y que lo importante en la vida es esforzarse, cuanto más, mejor. Esta es una creencia que un padre o una madre transmitirá a su descendencia, con la mejor de las intenciones, y que los hijos o hijas asumirán como propias.
Como te imaginarás, es difícil comprobar científicamente la validez o no de esta creencia, es decir, saber si a todas las personas del planeta a las que les ha sucedido algo bueno ha sido gracias a su esfuerzo. ¿Puede ser que haya alguien a quién le ha sucedido algo bueno de forma gratuita, sin un arduo esfuerzo detrás? ¿Todas las personas de éxito se han esforzado enormemente para estar donde están? ¿Seguro?
El origen de las creencias es múltiple, depende de la cultura, las costumbres, las tradiciones, un cierto consenso, el aprendizaje personal… Realmente son algo importante porque nos ofrecen un sentido de pertenencia al grupo y un sentido de identidad. Por ejemplo, una persona puede haber crecido en una cultura que considera a las personas mayores como las más sabias y, por tanto, valora profundamente la aportación que éstas puedan hacer. En cambio, existen culturas que tienden a invisibilizar a las personas mayores, ya que priorizan la juventud. Esto supone que de forma inconsciente se asume que la juventud es una etapa maravillosa mientras que la vejez es una etapa de decrepitud. Si te paras a pensar, rápidamente te darás cuenta de que esto no tiene porqué ser así… ¿no conoces a ninguna persona mayor que esté disfrutando de la vida, probablemente más que cualquier veinteañero?
La fuerza de las creencias es que generan modelos de comportamiento. Dicho de otro modo: tus acciones están condicionadas por tus creencias. Si crees que hacerse mayor es horrible, probablemente emprenderás una lucha contra el paso del tiempo y te costará celebrar tus aniversarios. Si, por contra, consideras que hacerse mayor puede ser una fuente de conocimiento, es probable que asumas cada año como un nuevo regalo que la vida te brinda. Fijate que el hecho es el mismo -cumplo años- pero que las acciones que se derivan son totalmente distintas.
En este sentido es cuando hablamos de dos tipos de creencias, las limitantes y las posibilitadores:
- Las creencias limitadoras son aquellas que frenan a la acción y que debilitan la autoestima. Por ejemplo, tengo que hacer algo nuevo en el trabajo pero me digo a mi misma que a mi no se me dan bien los cambios y que no voy a conseguir adaptarme.
- Las creencias estimulantes o posibilitadoras son las que impulsan a la acción. Son positivas para la autoestima. Siguiendo con el ejemplo anterior, podría decirme que «ante un nuevo cambio, necesito un tiempo de adaptación».
De nuevo, la situación es la misma -algo nuevo en el trabajo- pero el mensaje/creencia que me digo es totalmente distinto. En el primero, «no se me dan bien los cambios». En el segundo, «necesito un tiempo de adaptación».
Las cosas que nos decimos a nosotros mismos y que vamos incorporando en nuestra vida juegan un rol importantísimo en nuestro desarrollo. Los pensamientos negativos tienen una importancia capital, ya que pueden sabotearnos las ideas, las propuestas y los resultados que nos proponemos. Te propongo que te detengas un instante y analices a estos pensamientos y su posible origen.¿Cuál es la creencia que hay en el fondo? ¿De qué manera podrías flexibilizarla?
Cuenta conmigo si quieres iniciar un proceso de coaching y trabajar en tus pensamientos.