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Begoña Román es doctora en filosofía por la Universidad de Barcelona y especialista en ética, concretamente en ética aplicada a entornos profesionales y organizativos. En 2017 escribió un breve cuaderno bajo el título «Palabras y discursos envenenadoras» donde afirma la siguiente tesis: «El lenguaje se ha convertido en una de las nuevas formas de violencia de la sociedad actual». Esta afirmación me parece provocadora a la vez que alarmante. Si el lenguaje crea realidad, ¿Qué tipo de contextos estamos generando con nuestras palabras? ¿nuestra forma de expresarnos genera paz o conflicto? ¿mis palabras tejen puentes o generan divisiones entre los equipos?

Te invito a que puedas leer el cuaderno. Gracias a la Fundación Carta de la Paz dirigida a la ONU está totalmente disponible y lo puedes descargar online. Te avanzo algunas de las ideas que Román expresa en esta obra y que me han hecho reflexionar:

  • Nuestro lenguaje se empobrece: «Según especialistas de las academias hispanoamericanas, un ciudadano medio español no utiliza más allá de mil palabras –los jóvenes no superan las 300 palabras- y solo los muy cultos alcanzan los 5.000 vocablos». Veamos estas cifras en su contexto: el diccionario de la Real Academia Española define unas 93.000 palabras. Por tanto, utilizar apenas 300 vocablos es un empobrecimiento notable. Esto significa que perdemos matices, detalle, definición, finura, precisión.
  • Hay lenguajes que envenenan a las personas como, por ejemplo, lo «políticamente correcto». Estarás de acuerdo conmigo: hay personas que no pierden la compostura, que incluso dibujan una sonrisa mientras expresan palabras envenenadas con su lengua viperina. Utilizan un lenguaje aceptado pero «cínicamente violento», dirá Román. Es una forma de expresarse que tiene por objetivo dañar o generar resentimiento.
  • Tanto el exceso de información como la espiral del silencio son formas de violencia lingüística. El exceso de información es una forma de violencia lingüística pues no somos capaces de procesarla y nos lleva al colapso, a la saturación. También es una forma de violencia la espiral del silencio, es decir, «no hablar de temas cuyo silencio clama el cielo». Afirma la autora que «son dos tipos de violencias radicalmente distintas, pero con dos elementos comunes: ambas son formas de censura y ambas impiden el ejercicio de la libertad de expresión».
  • Existe una violencia simbólica y estructural que se escuda en el cinismo: cita al filósofo esloveno Žižek y su libro «Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales» para distinguir entre violencia subjetiva y objetiva. En la primera, un sujeto actúa de forma violenta y otro la padece. En cambio, en la violencia objetiva, la violencia se ejerce de forma más sutil. Es una violencia que está ahí, que es inherente a ciertas estructuras simbólicas y político-económicas. Para ilustrar esta violencia simbólica del lenguaje pone como ejemplo los discursos de derechos humanos propios de Europa y el Mundo Occidental ante el drama de los refugiados. Mientras se apela a las declaraciones de derechos fundamentales se levantan vallas con concertinas en Melilla.

¿Son nuestras palabras y discursos envenenadores?

Aunque todos estos factores son reales y están actuando en nuestro entorno Begoña Román no se queda aquí. Detener la reflexión en este punto nos llevaría al derrotismo o, incluso, a la desesperanza. Junto a la violencia estructural del lenguaje, afirma la autora, es necesario reivindicar el lenguaje como herramienta de diálogo y de construcción de paz.

 

«El diálogo es el arte de buscar la verdad y la justicia en el punto de vista del otro. Contrariamente, cuando damos por supuesto violentamente que tenemos la verdad, hablamos de fundamentalismo, de falta de fundamentación». 

 

«Podríamos hacer dos columnas. A un lado podríamos un lenguaje cordial, cortés, amable, cauteloso, cuidadoso, con palabras que crean futuro… Esta sería la cultura de la paz que debemos intentar trabajar mediante el lenguaje. Y al otro lado, sin alejarnos del lenguaje, estaría la cultura de la violencia simbólica. Mientras que el lenguaje cauteloso y cordial va en busca del entendimiento, del convencer y, por lo tanto, de la paz; el lenguaje violento y cínico se sitúa en el no acuerdo, la persuasión, el engaño, el vencer y, en consecuencia, el alargamiento del conflicto», afirma Román.

Todas estas reflexiones me interpelan y por eso las comparto. Me surgen una serie de cuestiones:

  • ¿Cómo son mis diálogos?
  • ¿Busco la verdad en el punto de vista del otro?
  • ¿O, en cambio, doy por supuesto que tengo la verdad?
  • ¿Estoy siendo cínica?
  • ¿Estoy actuando de un modo fundamentalista?
  • ¿Qué alternativas se me ocurren?
  • ¿De qué manera podría buscar el entendimiento con mi lenguaje?

Queda claro que el lenguaje, nuestras palabras y discursos no son neutros. Está en nuestras manos usarlos para el entendimiento y el acuerdo tanto en nuestras relaciones sociales, personales y profesionales. Generar impacto en nuestro entorno pasa también por el lenguaje con el que nos comunicamos. 

Cuenta conmigo si estás pensando en desarrollar tu comunicación y tu forma de empalabrar el mundo.

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Eulàlia Tort

Eulàlia Tort

Soy Eulàlia Tort, Coach experta en comunicación. Ofrezco los servicios de: Coach Profesional / Coaching para Particulares / Consultoría / Formación a medida.

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